"Mirada"

Se sintió asfixiado dentro del auto.
Tuvo que detenerse en medio de la nada, en una noche despejada de invierno en que se podía sentir el frío cortante en la respiración, tan doloroso como una hoja de papel entre los dedos.
Su estomago no resistía mas. El sabor a bilis llenaba su boca y su nariz.
Aquel sonido putrefacto en su mente. Gotas de sangre escurriendo por su rostro y estrellandose en el cemento. Aquella mirada que había destrozado.

La hierba mojada bajo la palma de sus manos limpiaba parte de la roja culpa que las cubría en ese momento. Culpa que había nacido de la ira que las cubría minutos atrás.

Hubo un silencio en su mente, y también a su alrededor.
Otra gota recorrió el camino desde su rostro hasta llegar al suelo.
Pero esta vez nació en sus ojos.
Y tras ella se unieron muchas, que finalmente se tornaron en un amargo llanto.

Pensó
Pensó por largo tiempo.
Las lágrimas no paraban de buscar el exterior. Su vista estaba nublada.

La amaba.

Había dado todo por ella.
Siempre pensó que lo quería de la misma manera.
Eso había provocado su ira?

No.
Fue la traición.
Fue la mentira.
Fue el engaño.
O simplemente, la caida de un angel.

El velo de sangre que cubrió todo provenía del mismo angel.
Aquel que no cambió su mirada y la mantuvo firme contra la suya aún cuando sabía lo que estaba haciendo.
Lo que estaba pasando.
Lo que vendría.

No.
No sabía lo que vendría.
Nunca lo adivinó sino hasta que fue demasiado tarde.

Sin embargo, aquella cara de angel no se desfiguró ni perdio un ápice de su belleza aún cuando observaba el brutal fin de aquel demonio.
Aquel demonio que seguramente la hizo caer en sus brazos y que debió pagar por ello.
No, no perdió su mirada angelical mientras veía como lo golpeaba hasta no distinguir ninguna de sus facciones.
Tampoco lo hizo cuando finalmente lo decapitó.

Esa mirada.
Esa maldita mirada seguía juzgándolo!
Aún cuando ella era la culpable, el enjuiciado seguía siendo él!

Esa mirada.
La que lo enamoró.
La que lo llenó de felicidad.
La que lo traicionó.
No debía seguir existiendo.

Fue entonces cuando decidió que así debía ser.
Se acercó a ella.
Sin perder la vista de sus ojos.
La tomó por el cuello.
Ella clavó una afilada hoja en su espalda.
No le importó. Simplemente otro puñal.

Sus pulgares buscaron aquella mirada de angel.
Nunca perdió su forma.
No quería ceder.
Debía apagarla.

Finalmente lo logró.
Aquella mirada murió en sus pulgares.
O al menos así lo esperó.

Pero ahora volvía a verla.
Sin odio, sólo ternura en sus ojos.
Torturándolo.

El puñal seguía ahí.
No físicamente.
Pero la sangre que brotaba de la herida era demasiada.

Sería su fin.
Al menos descansaría de esa cruel, hermosa y castigadora mirada.

Cerró sus ojos.
Y dejó caer por ultima vez una lágrima ensangrentada en honor a los de aquel ángel.