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enero 15, 2009

"Libertad"


Su brazo izquierdo estaba casi tan dormido como su mente en ese momento. Había apoyado su cabeza en él esperando que lo ayudara a soportar la aburrida y larga clase. Pero como siempre esto había sido en vano y había vuelto a “revisar sus párpados desde adentro” como decía el gordo.

Cuando por fin logró abrir los ojos definitivamente la clase había terminado hacía unos segundos y todo el mundo guardaba sus cosas para salir de ahí lo antes posible (al menos eso era lo que él haría).

Odiaba la rutina. Se había prometido a si mismo nunca caer en una y aquí estaba, después de 4 años en la Universidad se daba cuenta de que hace ya mucho que se había roto aquella promesa.

Pero que podía hacer?

Por más que lo intentaba no podía dejarla. Había tratado faltando a clases, saliendo todas las noches a pasarlo bien, practicando uno que otro deporte, probando diferentes tipos de sustancias, unas mejores que otras, pero nada le daba esa sensación de “libertad” que en el fondo era lo que realmente buscaba.

La cacería nunca fue lo suyo. Odiaba ver como cruelmente asesinaban animales indefensos, o que simplemente protegían a sus pares, solo por un concepto errado de “diversión”.

Pero lo que ocurrió aquella noche fue diferente.
Su presa no defendía un territorio ni a sus pares, defendía su “derecho” a robarle a una persona sus pertenencias, algo que el no podía tolerar.

En el momento en que salió tras aquel conejo asustadizo, sintió como el alcohol en sus venas perdía su efecto adormecedor y la adrenalina ocupaba su lugar en forma fulminante.
Sentía una extraña fuerza en todas sus extremidades y sus ojos no perdían de vista aquel escurridizo objetivo, el cual parecía perder cada vez más ventaja.

Cuando por fin lo sintió al alcance de sus manos, sin siquiera pensarlo su brazo derecho se extendió, lo tomó por el cuello con tal fuerza que aquel indefenso animal se fue de bruces al cemento que cubría aquel bosque.

Sus manos no se contenían, tampoco sus pies.
No pudo evitarlo, no se detuvieron hasta estar cubiertas por aquella sustancia roja y viscosa que llenaba el interior de su presa, y hasta que esta dejó de moverse.
Y pedir piedad.

Lo que sintió en ese momento no era furia, rabia, enojo ni algún otro sentimiento desagradable, al contrario, fue lo que siempre buscó.

Libertad.

Fue ahí donde todo cambió, donde recuperó las ganas de seguir viviendo.
Manteniendo aquella fachada frente a su familia y amigos.

Y por las noches.
Acechando.
Siguiendo.
Corriendo tras su presa. Excitante!

Cuando por fin la alcanza. Su premio.
Acabar con ella usando solo sus manos. Aquella fuerza descomunal.
Luego escabullirse y desaparecer tal como apareció en un principio.

Libertad. Finalmente.